En las reuniones hay lenguaje y, donde sea que hay lenguaje, hay oportunidad de construir, crear, potenciar, transformar, sumar… o bien hay chance de destruir, limitar y tomar malas decisiones.
Reunirse es necesario y no hay duda de que, mientras más colaborativo es el trabajo, más reuniones puede haber. El problema no es reunirse: el problema está cuando las reuniones son excesivas y/o no generan valor.
Mucho se predica de la gestión eficiente de reuniones: quitar exceso de reuniones, reuniones con agenda, asistir sólo las personas esenciales… incluso muchas organizaciones se han sumado a hacer prácticas como día sin reuniones o fuertes políticas de desconexión digital. Creo que estas prácticas pueden ser necesarias pero, ¡no son suficientes! Con ello, recalco dos aspectos a reflexionar:
Las reuniones son realmente un síntoma el sistema de trabajo. Si hay reunionitis, probablemente haya aspectos más sistémicos que no funcionen bien. En vez de tratar de eliminar reuniones a la fuerza, intentemos mejorar el sistema de trabajo:
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Así que sí, podemos disminuir algunas reuniones “liberando huecos en las agendas” ; pero también resulta crítico que las reuniones que se hagan generen valor. Porque seamos realistas: cantidad y calidad son dos variables distintas. Para tener reuniones de más calidad destaquemos:
¿De qué sirve tener pocas reuniones si en los espacios que hay no tomamos buenas decisiones? ¿de qué sirve una reunión con agenda clara si las personas no pueden pensar en voz alta y dar sus aportaciones? El entorno seguro es crucial para que las reuniones de verdad aporten valor, siendo algunas posibles prácticas:
Asimismo, la seguridad psicológica no es el único componente que influye en la calidad de la reunión, ¡pero es un muy buen comienzo!
Así que, ¡hagamos mejores reuniones, tanto en cantidad como en calidad!
–Claudia Salas-