Estamos en épocas de grandes cambios. La mayoría de las organizaciones enfrentan enormes retos de adaptación al entorno y ello conlleva a un elemento que, si bien siempre ha estado presente, ahora se hace más visible que nunca: el miedo. ¿Cómo podemos gestionar el miedo en las organizaciones? ¿podemos mitigarlo? ¿podemos desaparecerlo? ¿cómo transformar la percepción de “ver peligros” a “ver oportunidades”?
Primero definamos el miedo. El miedo se define como una emoción provocada por la percepción de un peligro, real o imaginario, que genera una sensación desagradable, aversiva e inquieta, con activación del sistema nervioso autónomo y puesta en práctica de algún mecanismo de afrontamiento: huida, lucha, inmovilidad, sumisión (Marina, 2006). Si bien el miedo se vive a través de nuestra biología, el miedo está fuertemente influenciado por la cultura organizacional: muchos miedos son aprendidos y pueden estar interiorizados de forma compartida por los miembros de la organización, influyendo en los comportamientos, valores y percepciones. Por ejemplo, un mismo hecho puede ser percibido como un peligro por una organización y ser visto como una oportunidad por su competidor.
Generar entornos de poco miedo va muy relacionado con crear seguridad psicológica que, tal como la define Amy Edmondson, es un ”clima organizacional caracterizado por la confianza interpersonal y el respeto mutuo, donde las personas se sienten cómodas siendo ellas mismas…”; y a esta definición le agrego “…no teniendo miedo y actuando con libertad”.
Para los que buscamos activamente crear organizaciones con alta seguridad psicológica y día a día vislumbramos los temores que implica adaptarse a nuevos tiempos, recomiendo dar mucha atención a los distintos tipos de miedo de naturaleza social que existen (¡el miedo al cambio no es el único!). José Antonio Marina identifica varios, siendo:
Primero, siendo conscientes de los mismos. Es muy difícil reconocer lo que desconocemos. Luego, identificar las creencias limitantes que pueden estar operando detrás de ellos, como por ejemplo “gustaré sólo si hago lo que se me pide”, “equivocarse es malo”, “no podemos hacer esto”, etc. Una vez identificadas, se pueden aplicar técnicas de reframing para establecer nuevas creencias. Seguidamente, trabajando con los líderes de la organización (sus miedos pueden verse reflejados en la cultura visible y no visible) y generando prácticas que permitan disolver los miedos más predominantes en el día a día de los equipos, creando seguridad psicológica. Finalmente: con valentía, siendo ésta el ejercicio de la libertad. La libertad es liberarse de algo; para liberarse del miedo hay que primero reconocerlo, aceptarlo y, una vez siendo conscientes, somos libres de elegir nuestro mecanismo de enfrentamiento e, incluso, de empezar a percibir el peligro como una oportunidad.
Y tú ¿qué miedos existen en tu organización? ¿cómo generarías organizaciones más valientes?
Claudia Salas
Referencias:
José Antonio Marina. (2006). Anatonía del miedo. Editorial Anagrama.
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