Se dice que varias personas piensan mejor que una. Sin embargo, si observamos nuestro entorno, conseguimos casos donde no parece cumplirse esta afirmación. ¿Por qué a veces tenemos equipos conformados por individuos altamente competentes que colectivamente tienen resultados desastrosos? ¿Por qué, a pesar de adoptar nuevas formas de trabajo, a veces los negocios no mejoran sus beneficios? ¿Qué podemos hacer para que varias personas, en la práctica, juntas piensen mejor que una? La respuesta radica en fomentar las culturas inteligentes en nuestras organizaciones.
Pero antes de entrar en más detalles, antes debemos entender dos términos: cultura e inteligencia.
La cultura se define como el conjunto de valores, creencias, actitudes y objetos materiales, que constituyen el modo de vida de una sociedad (Macionis y Plumer, 1999). Es un puente que nos comunica al pasado, pero también una guía hacia el futuro, e implica modos compartidos de pensar, sentir y comportarse. La cultura no forma parte de la organización como un elemento adicional más: una organización es y equivale a una cultura particular. Las herramientas, procesos, reglas, estrategia, productos… son sólo expresiones manifiestas de esa manera de pensar compartida. Nada se crea por sí solo en las organizaciones. Somos las personas, en conjunto, quienes creamos la organización. En la siguiente imagen, se representa cómo una cultura equivale a una organización mediante la metáfora de un iceberg:
Ahora bien, la inteligencia se define como la capacidad de dirigir nuestra conducta para solucionar adecuadamente nuestros problemas, siendo éstos cualquier obstáculo que impide lograr una meta (Marina, 2010). Un producto obsoleto, un exceso de reuniones, altos índices de rotación, despilfarro de recursos… son sólo algunos ejemplos de la infinidad de problemas que pueden existir en el ámbito organizativo. De este modo, una organización tiene una cultura inteligente cuando puede resolver sus problemas eficientemente y amplía las posibilidades de sus individuos (empowerment), favoreciendo la aparición de poderosas inteligencias individuales. El opuesto a una organización inteligente es una organización fracasada: aquella que crea más problemas de los que resuelve y entontece a sus miembros. En ellas, a pesar de la inteligencia individual de cada persona, el nivel de inteligencia colectiva es bajo.
¿Cómo saber si estamos ante un equipo u organización con una cultura inteligente? Hay ciertos síntomas que podemos identificar:
Una vez conscientes, debemos generar mecanismos que nos permitan fortalecer estos factores: prácticas, conversaciones, microhábitos, herramientas… Todas las acciones que estén a nuestro alcance. No importa cuál es nuestro rol: siempre podemos actuar e influir en los equipos y en la organización, cambiando la cultura organizacional. Para ello recordemos que, en las organizaciones, las personas conformamos una red y nuestras conductas influyen en los demás. “Queramos o no, por acción o por omisión, estamos creando cultura… (…) si no hacemos nada, colaboramos; si hacemos algo, intervenimos” (Marina, 2010). Así, la próxima vez que estemos con un equipo, observemos y cuestionémonos: ¿Tenemos síntomas de inteligencia colectiva? ¿Qué puedo hacer, o dejar de hacer, para influir en mis compañeros y fomentar una cultura más inteligente?
Referencias:
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